Leonid Afremov
De vez en cuando se hace
necesario
reeditar el alma.
Sacarla a pasear bajo la
lluvia,
permitirle meter los pies al
agua.
Dejarla extraviarse tras la
hoja de otoño
que aspira a mariposa
extemporánea.
Regalarle un algodón de azúcar
y treparla al carrusel de
alguna plaza.
Darle permiso para irse de
farra
y volver embriagada.
Invitarla a mirar la luna
llena
de una noche de abril muy
despejada.
Ir soltando sus trenzas en la
brisa
para que se despeine
libertaria.
Recordarle la letra de algún
canto
que hace años no cantaba.
Llevarla por la calle de la
mano
en sentido contrario a la
manada.
Contarle un par de cosas al
oído
que la dejen sorprendida y
sonrojada.
Exaltarla con algún viejo
poema
sobre revoluciones olvidadas.
Convidarla a un concierto a
medio día
en la pérgola de alguna banda.
Relatarle una historia
divertida
que la haga reír a carcajadas.
Y sentada en la mesa de un
café
entregarle unas flores
delicadas
mirándola a los ojos, frente a
frente
y oyéndola con calma.
De vez en cuando, se hace
necesario
reeditar el alma.
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