Nunca te buscaría, ni siquiera bajo las suelas de mis zapatos.
He comprendido quien eres desde hace mucho tiempo.
Supe lo que querías decir desde tu primera palabra.
Me has dado buena salud, tal vez sin proponértelo
y has impreso a mi sangre razón para fluir con fuerza.
Estás en cada sitio que recorro; siempre te encuentro.
No tendría motivos para descorazonarme.
Tengo la certeza de que estás esperándome,
en todos los lugares, en cada día, siempre.
Sé que estamos hechos de la misma materia,
tal vez con otra forma, pero la misma.
Como a ti y como al hombre que fue capaz de celebrarse,
a mí tampoco me han domado. Yo también soy intraducible.
a mí tampoco me han domado. Yo también soy intraducible.
De Amores de antaño
© Nº 272608
I.S.B.N. 978-956-368-153-6