sábado, 28 de febrero de 2015

Añoranza desde Santiago

Grúas 2
Técnica media mixta sobre lienzo
Óscar Cabana (España, 1980)

Cuelgan las esperanzas de los cerros
como ropa recién lavada.

Camino de tu mano
entre el cemento,
en medio de un otoño citadino
que busca un espacio
en que dejar caer sus hojas.

Alzo la mirada a las montañas
y allí estás tú,
mirándome de frente.

Los edificios se alzan insolentes,
henchidos de concreto

Cada calle se dirige
hacia tu ausencia
y tu presencia.

Las grandes avenidas
se tiñen de amarillo
entre el otoño
y mis nostalgias.

Estás allí,
detrás de aquella tienda,
delante de esa casa roja,
de pie en el paradero de la micro,
caminando a mi lado
en la vereda.

Desde mi ventana veo una grúa
que alza mi pensamiento
y lo desplaza
a un horizonte
sucio de neblina residual.

Los pájaros se esconden en tejados grises
y alzan vuelo
cuando tu imagen
atraviesa la plaza.

Los niños no están por las mañanas.
Están encarcelados.
Las iglesias se cierran por el día.
Dios se ha dormido.
Pero tú estás despierto
en mi recuerdo.

Los vehículos pasan
contigo en el volante
desafiando a la lluvia.
y sonriéndome
desde la ventanilla.

Allí estás,
subiendo la escalera,
sentado en los pequeños restaurantes,
caminando resuelto entre la gente.

Vienes hacia mi
por la Alameda
para abrazar mi soledad tardía.

Caminas de mi mano
hacia estaciones
en que trenes de carga
se llevarán las penas
para siempre.



De Amores de antaño
© 272608 I.S.B.N. 978-956-368-153-6

domingo, 22 de febrero de 2015

Travesía en el tiempo en barco manicero

Mascarón manicero
Alejandro Balbontín

Caminando una mañana por Santiago
me topé contigo.
Ahí estabas.
Vacío.
Irónicamente encadenado
a las rejas del archivo nacional
de este país que todo guarda
en el seguro y tranquilo
archivo de la amnesia;
surto por olvido en el presente
y anclado con firmeza en mi pasado
de niña sesentera.
Me invitaste a sentarme en tu cubierta
y como tripulante y capitana
me llevaste a visitar mi infancia.
La atmósfera dulce del almíbar
invadió mi memoria,
y una lluvia de recuerdos confitados
refrescó mis sentidos.
“¡Maní, maní, confitao el maní!
¡Pelaíto, tostao y confitao el maní!”
Irrumpió con nitidez
el añoso pregón del manicero.
Y el silbato de buque citadino
estremeció mi mañana
anunciando una intensa travesía
por los mares profundos del pasado.

lunes, 16 de febrero de 2015

Hubo un tiempo en que los duendes me habitaban

Lago de duendes
Jesús Anaya
Óleo sobre tela

Hubo un tiempo en que los duendes me habitaban.
Entonces, al menor descuido,
yo paría poemas que fluían
del fondo de mi entraña.
Hubo un tiempo en que en cada movimiento
caían semillas de mi cuerpo
y brotaban a mi paso
los bosques, los viñedos, los trigales.
Hubo un tiempo en que mis ojos alumbraban
los rincones oscuros de sótanos helados,
de celdas aterradas, o de largos caminos
en noches inlunadas.
Hubo un tiempo en que desde mis cabellos
refulgentes colores escapaban,
llenando de verdor las pesadillas,
y trazando utopías azuladas
Hubo un tiempo en que al abrir mis manos,
un mundo de texturas lujuriaba
y una alquimia de aromas y sabores
transmutaba cacerolas enlozadas.
Hubo un tiempo en que cada pensamiento
se hacía melodía en mi mirada
y una ronda de niños sorprendidos
tomándolos de a uno, los cantaba.
Hubo un tiempo en que los duendes me habitaban.