Madame Cézanne en el invernadero
Paul Cézanne
Óleo sobre lienzo
Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, Estados Unidos
Hoy recibí la visita de mí misma.
Me alegró la sorpresa.
Me ausenté unos segundos
para ver si estaba presentable.
Sonreí con serenidad frente al espejo.
Arreglé mis cabellos
con cuidado
y me miré de frente,
con los ojos muy abiertos.
Me senté en mi sillón
con toda calma
y me di la bienvenida.
Me pregunté por el estado
de la vida
y respondí: “tranquila”.
Me sorprendió la alegría
que esto me produjo.
Conversé de otras cosas importantes
disfrutando de mi propia compañía.
Pregunté por los hijos.
Respondí que han crecido,
que ya están avanzando
por sus propios caminos.
Me dije que la casa estaba hermosa,
que el jardín se encontraba florecido;
que los gatos y los perros jugaban en el patio
y la luz atravesaba los visillos.
Me conté que había estado disfrutando
de la música y de la poesía;
que tengo un par de planes para próximos días:
publicar mis poemas,
hacer un largo viaje,
pintar una muralla
y tejer unos guantes a alguno de mis hijos.
Me alegró recibirme,
amistosa y tranquila
y compartir conmigo
esta tarde sencilla.
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